Itziar Lecea / Ciutadella – Durante la pasada Noche del Turismo, la familia Carrasco Florit, bien conocidos en Ciutadella por su negocio de hostelería, recibió un reconocimiento público a la trayectoria empresarial. Son más de 40 años que en el mundo de la hostelería, primero Paco Carrasco y Juana Florit, y ahora sus hijos. Esta semana hemos querido charlar con la segunda generación, representada por Carlos Carrasco, quien junto a sus hermanos lleva ahora el negocio, para ver las diferencias entre aquella pequeña cafetería que lo inició todo y el espacio gastronómico Ses Voltes que, ya consolidado, es uno de los referentes gastronómicos de Ciutadella.
¿Cómo ha llegado ese premio a la familia?
Hace rato que, desde la Fundación Fomento de Turismo, nos comentaron que les apetecía proponernos para este premio, el de la Trayectoria Profesional en Turismo, que entrega la Agencia de Estrategia Turística de las Islas Baleares, pero tampoco dijeron otra cosa. Hasta que, no hace mucho, nos contactaron para decirnos que nos lo habían otorgado. Es un premio que abarca no sólo lo que es ahora la empresa, porque hace más de 40 años que nuestros padres, Paco Carrasco y Juana Florit, pusieron en marcha el negocio.
¿Cómo fue esa puesta en marcha, para refrescar la memoria?
Lo primero que tuvieron fue una tienda de regalos. Aunque la génesis del negocio fue el hecho de que nuestro padre vendió su parte del negocio de una fábrica de bisutería que montó con sus hermanos, con el objetivo de poner una cafetería con un aire muy moderno para la época, con toques americanos. De hecho, al inicio, en el local también había máquinas recreativas y juegos, además de formar parte de ella una heladería. Estamos charlando de la primera mitad de la década de los años 80.
Cuando los hijos entramos en la empresa, nuestro padre pasó a gestionar temas administrativos, dejando de servir en la barra, donde pasó muchos años. Fue en ese momento en el que expandimos la empresa con otros locales, como el Cuore en Cala en Blanes. Sin embargo, con el tiempo nos hemos dado cuenta de que más vale abrazar menos y ser pocos y buenos.
Como segunda generación de la empresa, ha visto toda esta trayectoria. ¿Con qué se queda?
El trabajo nos lo han inculcado desde pequeños. De esa época, y de nuestro padre en concreto, aprendimos que lo más importante es el trato con el cliente. Si tratamos bien a un cliente, volverá, que es lo que siempre nos decía él y es una forma de hacer que hemos transmitido al personal de sala. Otra de las cosas que, a base de trabajar, hemos aprendido, es mantener un buen ambiente de trabajo. Tener mal ambiente en una empresa turística, donde existen nervios y cansancio, no es bueno. Por eso, siempre les decimos a los trabajadores que si hay algún problema, charlamos, que hablando se pueden solucionar muchas cosas. Es una de las claves por las que mantenemos el personal de hace muchos años.
En un momento en el que la falta de personal en el sector es un problema estructural grave.
Sí, realmente es un problema grave. Pero es que los tiempos y circunstancias han evolucionado mucho desde que empecé. Y desde que empezó mi padre, ya ni se parece. Por eso, intentamos poner buenas condiciones, dejarlas claras desde el principio y estar de acuerdo ambas partes. Ahora mismo, la hostelería no es un trabajo mal pagado, pero también tiene sus cosas.
¿Entra gente joven?
No nos queda más remedio, porque falta mucha gente para trabajar. Aquí intentamos sistematizar el trabajo de forma que, quien entra sin saber hacer casi nada, pueda empezar desde abajo e ir aprendiendo. Lo importante es mantener el buen ambiente, y si desde un primer día ya le ponemos demasiadas responsabilidades a una persona nueva, es muy fácil que las cosas no salgan bien.
Sistematizar procesos, y la tecnología que tenemos hoy en día, nos ayuda a realizar el trabajo mucho mejor que hace un tiempo. O, al menos, poder vivir aparte del trabajo. Porque, por ejemplo, los hijos que ahora llevamos el negocio, no tenemos vida suficiente para hacer el trabajo que han hecho nuestros padres.
¿En qué sentido?
Nuestro padre y nuestra madre cuando estaban en activo trabajaron todos los días de la semana, unas 16 o 18 horas. Y sin días libres. Ahora tenemos días libres, todos. Es necesario. En este sentido, también como sociedad hemos avanzado mucho.
¿Qué ha supuesto el premio para la familia?
Obviamente, una alegría muy grande, porque se reconoce nuestro trabajo, pero también la carrera que empezaron nuestro padre y nuestra madre, que se dedicaba a la cocina. Además, como es hija de los panaderos del Horno de la plaza Artrutx, siempre se le ha dado bien hacer pastas y cocinar, y entre los dos hacían equipo. Para nosotros, que llevamos ahora el negocio, el premio ha supuesto un impulso para seguir adelante.