Miriam Triay/Ciutadella – Con más de una década de apicultura a sus espaldas, Dolçamar, la empresa de miel de Antoni Anglada, ha ganado un nuevo premio a nivel nacional. Esta vez, y después de los cuatro años consecutivos en los que ganó el premio a la mejor miel de flores, lo ha hecho de forma más concreta. Con un producto más específico. Con la miel de trébol. Consiguiendo el Premio a la mejor miel de trébol del Concurso de mieles del Congreso Nacional de Apicultura de España. Desde Foodies on Menorca hemos podido mantener una conversación con él.
¿Que ha significado ganar ese premio?
Un paso más hacia el camino que queremos seguir desde Dolçamar. Que es, sobre todo, ir creando miel, ir mejorando y hacernos un agujero más allá de las fronteras menorquinas. Este premio me lo han dado por hacer una miel de trébol. Lotus corniculatus es el nombre científico. Es una flor que sale sobre todo en zonas de roca del norte de Menorca. Y aunque se trata de una flor amarilla que pasa desapercibida, nada ofenosa, a la que no se le da mucha importancia, a nivel apícola tiene mucha. De hecho, la miel de trébol es muy conocida en la isla.
Éste se añade a otros premios conseguidos durante estos últimos años.
Sí. Es que la miel de Menorca es espectacular. Y yo, en cierto modo, fui de los primeros que me atreví a presentarla a concursos.
Desde 2018 me han premiado con ella. Antes de este año había tenido dos premios en concursos dentro del ámbito de islas. Fue en 2018 que ya me presenté a un concurso nacional, y gané el Premio a la mejor miel de flores de España. En 2019, 2020 y 2021 también gané este premio. Y en el 2022 quedé segundo, por debajo de un compañero de Sant Climent. Como digo, la miel de Menorca es extraordinaria, insuperable.
La flora de la isla es muy diversa y está concentrada en un territorio muy pequeño. Esto es lo que, entre otros, la hace distinta.
Háblenos un poco de Dolçamar.
Pues es un proyecto que nació en el 2012, después de quedarme sin trabajo, y necesitar un cambio de aires. Yo soy trabajador social de formación. Pero llegó un punto que tuve la necesidad de realizar algún tipo de trabajo manual. Algo que me hiciera vibrar. Y recordé que siempre había tenido una intriga y una relación especial con el mundo de las abejas y la apicultura. Sin haber venido nunca de familia campesina, empecé a iniciarme, gracias al apicultor Xec Gornés.
A medida que me iba adentrando, empecé a planteármelo como un proyecto de vida, de largo plazo. Me fui formando y haciendo cursos, de hecho todavía lo hago. Y acabé creando la marca, la empresa, Dolçamar.
Se trata de un mundo totalmente artesanal y que no es fácil porque depende de muchos factores que huyen de nuestro alcance. Como la climatología y la precipitación. El agua hace florecer las flores, manteniéndolas así, con suficiente humedad para que la raíz genere néctar. Si la planta no tiene suficiente humedad, aborta, y le genera mucho esfuerzo todo lo que es la floración. En Menorca no es que llueva mucho.
¿Cómo ha ido la cosecha de este año en este sentido?
Venimos de dos años catastróficos. En 2021 y 2022 fueron dos años muy malos. Hubo una gran sequía, y tuvimos muchos meses sin agua que nos perjudicaron. De hecho, yo sólo llevo doce años en este mundo, pero la gente que lleva mucho más rato, decía que nunca había visto un año como en el 2021. El peor de los dos, sin duda. El 2022 fue justo algo mejor, pero tampoco hubo mucha mejora. Este año… bueno, suerte de las lluvias de mayo que ayudaron a subir. La media por casita de miel fue algo mayor que los otros dos años pasados. No fue como en 2020, un año realmente bueno.
En este sentido tengo que añadir que, en el caso del trébol, este año ha habido mucho lote, porque aunque fuera una primavera seca, como digo, en mayo llovió mucho. Y hizo que el zarzal y el lote hicieran un empujón importante.
¿Qué proyectos futuros tiene en torno a Dolçamar?
La idea es crear una empresa muy potente a nivel apícola en Menorca. Crecer y poder llegar a las 600 cajas. Objetivo para 2026. Y después, tal vez y si todo va bien, ir aumentando.
Tener un buen equipo, estructurarlo bien. Se considera que un apicultor comienza a controlar algo el tema a partir de 7-8 años trabajando. Y en este sentido se ve de repente cuando hay pasión y cuando no. Como en todo. Pero en la apicultura es fundamental que sea vocacional.
Y seguir investigando. Hacer llegar la miel de Menorca afuera. Ir a buscar nichos de mercado que nos den valor añadido. Desde mi punto de vista a los menorquines nos falta reivindicar nuestro producto de forma adecuada, y fuera. Ir más allá de abastecer al mercado local. Y es lo que Dolçamar quiere hacer. Hacernos valer. Debemos darle el valor que tiene.