El Casino 17 de Enero, conocido popularmente como el Casino Nuo, es una sociedad cultural, recreativa, deportiva y también gastronómica fundada por los maestros zapateros de Ciutadella en 1889, con la función de dar tiempo de ocio a los obreros y también para la formación cultural y pedagógica de los aprendices, que allí aprendían a leer, escribir y los primeros números.
Cuando se fundó el Casino Nou,- ya existía el Cercle Artistic o Casino des Born que era de tendencia monárquica-, mientras que el 17 de Enero era el casino de los republicanos de derechas y de izquierdas, nobles y señores; fabricantes y obreros... que han vivido etapas de rivalidad a lo largo de esos 135 años de vida.
El 17 de Enero siempre se ha distinguido por su vena más recreativa que cultural, y de ahí siempre ha salido su “Estudiantina” por los Carnavales; organización de eventos deportivos como carreras de bicicletas o club de fútbol como el recordado CE Minerva en los años 40 y 50... y la gastronomía, como siempre ha formado parte de la forma de ser de los zapateros artesanos, de los que fueron los fundadores de esta entidad con más de 500 socios, ha estado presente. Vueltas a Menorca, concursos de pesca, meriendas, degustaciones...
En los años 80 nació de manos de Antoni Pons Mesquida, uno de los directivos más activos y dinamizadores del Casino Nou que siempre fue su segunda casa y del que aún está pendiente un merecido homenaje, el Concurso de Paellas del Casino 17 de Enero , que se celebra el primer o segundo domingo del mes de agosto y que este año será el día 11 y llega a su 32 edición donde los participantes, grupos de amigos o de familias, deben elaborar una paella para 20 comensales, esto significa con 2 kilos de arroz, que puede ser mixta, de carne, de marisco, negra, vegetariana, de salmonetes, de cabrillas... exceptuando aquellos ingredientes que están prohibidos actualmente por estar en riesgo de extinción como es el caso de los cangrejos morunos, las caracolas de mar, las lapas y otros moluscos locales en extinción como los llamados pies de cabrito.
Suelen participar entre 20 y 25 grupos, previa inscripción, que disfrutarán este domingo de una jornada de hermandad, buena gastronomía, canciones, rivalidad sana y muy buen ambiente en el Palmeral de Cala en Blanes, donde desde las 9 de la mañana van llegando estas pequeñas pandillas gastronómicas que prepararán sus sartenes, harán el vermut ya las dos del mediodía entregarán el plato de degustación al jurado, para que pruebe y elija entre los arroces presentados lo que es merecedor de la “Paella de plata”, mientras que los segundos clasificados se llevarán la sartén de bronce, si bien siempre hay un pequeño detalle con cada grupo participante.
Fiesta familiar, para pequeños y mayores, donde la rivalidad está presente, porque hay grupos que no se conforman sólo con participar, sino que se preparan para ganar esta paella de plata, que les otorga el título de haber elaborado la mejor paella del verano menorquín, aunque la paella no es un plato propio de nuestra gastronomía. Es un plato que adoptamos en tiempos de posguerra cuando una serie de soldados que habían venido a hacer la mili a Menorca en 1936 les tocó vivir aquí la Guerra Civil, y conocieron a jóvenesde la ciudad con las que se casaron y arraigaron en la, llevando un utensilio de cocina todavía muy desconocido por los menorquines, acostumbrados a hacer los arroces en cazuela de barro o el caldero de hierro fundido. Poco a poco estos valencianos o de Castellón, como es el caso de mi abuelo materno, Manolo Salvà, fueron enseñando a hacer paellas a sus amigos, y cuando visitaba a su madre, en su tierra natal en la Vall d'Uixó, llevaba una paella por encargo a sus amigos, y poco a poco esa forma de hacer el arroz se fue arraigando en Ciutadella como plato de domingos y celebraciones.
Mi abuela, que murió hace dos años cuando le faltaban 4 meses para cumplir los 106 años y siempre de memoria prodigiosa recordaba a los 102 años como en Ca n'Squella avisaban al abuelo si podía ir a hacer una paella, o los amigos que le “invitaban” a cocinar una. Fueron muchos los menorquines que por primera vez en su vida probaron un arroz a la paella y este estuvo cocinado por mi abuelo Manolo.