Como muchas sociedades ancestrales, la matanza del cerdo constituía en Menorca, no sólo una fiesta familiar, si no también un acto de encuentro en torno a un animal que al ser sacrificado les daría sustento a lo largo de varios meses, mediante sus embutidos, sus salazones y conservas en aceite.
Con la evolución de los tiempos, la matanza o “porquetjades” se ha convertido en un ritual festivo en el que ya solo se elaborarán los embutidos para la provisión de la casa, entre ellos las sobrasadas, la carn-i-xulla (salchichón), el cuixot o camot (también hay quien le llama camaiot, pero nada tiene que ver con el camaiot mallorquín aunque se asemejan), y las morcillas (botifarrons) negros y los blancos, estos últimos junto a la carn-i-xulla y el cuixot no los encontraremos en las otras Baleares, ni tampoco en el Estado español. También merece una mención a parte la sobrasada blanca o longaniza, que es elaborada principalmente en los municipios de Es Mercadal y Alaior, y bien podría ser en antecesor precolombino de la actual sobrasada, al no incluir ninguno de los productos llevados desde las Américas, como es el caso del pimentón.
Como en todas las culturas donde se realiza la matanza del cerdo, esta se celebraba en los meses de invierno, para que los embutidos pudieran curarse bien, y de manera especial en la isla de Menorca, que debido a su humedad hacía peligrar la curación de los mismos si estos se hacían en los meses cálidos. De hecho en Menorca no se pueden curar jamones, para poner un ejemplo.
En la actualidad los embutidos son elaborados por empresas profesionales que cuidan la manera artesanal de su confección, pero cumpliendo al máximo las normas de sanidad y comercialización de los mismos.
Estos productores de embutidos pertenecen a la Federación para la Pequeña y Mediana Empresa de Menorca (PIME Menorca) formando la Asociación de Empresas de Elaboración de Embutidos de Menorca.