Miriam Triay/Ciutadella - Antoni Anglada es el apicultor que está detrás de Dolçamar. Un proyecto que nació en 2012, desde “la pasión, la certeza y la voluntad de dar a conocer la miel de los menorquines, una miel ancestral, en el mundo”. Con el ánimo de enaltecer el producto menorquín, más allá de las fronteras, Anglada empezó a mostrar su miel. Participando en diferentes concursos, desde el principio, y ganando diversas medallas de oro, el apicultor ciudadano ha demostrado, en más de una ocasión, que "la miel de Menorca es extraordinaria".
¿Qué distingue a una miel ecológica?
Evidentemente debes tener el sello del organismo regulador, que en el caso de Baleares es el CBPAE (Consejo Balear de la Producción Agraria Ecológica). Éste es el que certifica la trazabilidad de todo el proceso. Que no utilizamos medicina química ni alimento químico, y también que en el entorno donde está ubicada la caseta hacen un manejo del suelo ecológico. Ojalá hubiera más apiarios ecológicos aquí. Que, por lo que sé, la idea es poner más. Sin embargo, y aunque todo esto va creciendo y evolucionando, el hecho es que en Menorca no tenemos grandes producciones. Además, ahora estamos en un momento algo crítico porque la floración es demasiado corta.
¿Las abejas lo notan entonces, que venimos de cuatro años complicados?
Claro, sí. Nuestra obligación como apicultor es mantenerlas en vida. Por eso lo que intentamos hacer, desde la Asociación Menorquina de Apicultores, es emplear alimentación específica para abejas. Lo que haría, o ya hace, cualquier ganadero con sus animales. Intentar dar los nutrientes que no están en el campo. ¿Qué ocurre? Que encarece el precio, evidentemente. Y que no es lo mismo.
Pasando a charlar, concretamente, de Dolçamar... ¿qué proyectos futuros tiene?
Crecer. En muchos sentidos. El primero, en casitas. Actualmente en gestion 150. Y a partir de ahí, lo que me gustaría es internacionalizar la marca. Convertirla en una potente empresa. No sólo porque la miel de Menorca es extraordinaria, sino por poder vender una parte de la producción a los mercados más exclusivos del mundo, a otro precio. Dar visibilidad a la marca, a la miel menorquina, a su calidad, y también a su historia. Y después, también me gustaría probar otros aspectos con la miel, a nivel de apitoxina, que es el veneno de las abejas, a nivel de jalea real o incluso de alimento para las abejas. Son varios proyectos que tengo en mente, pero por los que no dispongo de tiempo ni ayuda económica. Son ideas muy costosas. Pero lo conseguiré. Lo sé cierto.
En cuanto a la miel, normalmente, usted y Dolçamar, suelen especializarse en multifloral...
Sí, en Menorca, la miel multifloral es la que más abunda, la que más puede hacerse. Es el 90%.
Después, en cuanto a mieles monoflorales, se podría hacer miel de chipell, de brezo, de trébol, de romero, de zulla, de abatzer y de cardo blanco. Dependiendo de la época del año en que florezca cada una, y de dónde se tenga colocada la casita. Porque las abejas van sobre todo a 3 km a la redonda de acción. Una abeja intenta economizar al máximo la búsqueda de polen y néctar. Y si están cerca van. Aunque, si detectan una fuente importante más lejos, también irán.
Habla de una historia detrás de la miel, ¿a qué se refiere?
Una de las cosas que yo creo que le falta al producto menorquín es saber abrirse agujero en los mercados internacionales. Y esto pasa, entre otras cosas, por crear una historia, que contar. Por suerte, en el caso de la miel ésta ya existe. Me explico. Para empezar, tenemos un facsímil que demuestra cómo en una tienda de Londres ya se vendía la Menorcan Honey a finales del siglo XVIII. Por tanto, ya había un interés internacional hace 300 años.
Además, existe un personaje menorquín clave en la historia de la miel, durante el siglo XIX: Francesc Andreu i Femenías. Era un empresario mahonés polifacético, que también destinaba parte de su tiempo a ser apicultor. De hecho, él introdujo las casitas modernas en España, llevándolas a Menorca. Era un adelantado a su tiempo. También editaba una revista especializada en apicultura, por toda España, en la que explicaba las últimas noticias sobre el mundo. Y fue de los primeros en presentarse y ganar concursos internacionales y nacionales de apicultura. Quiero decir que hace casi 130 años, la miel de Menorca ya ganaba concursos, y hace 300 años, ya se vendía fuera de la isla. Se trata de recuperar esta historia, contarla, analizarla, hacerla nuestra, y repetirla, mejorándola.